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SALT LAKE CITY 12 de febrero de 2010. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días está lanzando un ambicioso programa para proporcionar hasta seiscientos equipos de construcción de alojamientos a los miembros de Haití, antes de que comience la temporada de lluvias en abril; cada uno de ellos contiene madera, correas especiales para huracanes y hojalata acanalada para el techo y cemento.
El objetivo consiste en reinstalar a las familias en sus propiedades, para lo cual se limpiarán los escombros mediante actividades de servicio organizadas. Una vez limpias las propiedades, se podrán montar tiendas o los nuevos refugios provisionales. Se trata de un proyecto permanente de la Iglesia para restaurar la normalidad y la autosuficiencia.
“Debemos llevar a efecto el principio del bienestar, que consiste en ayudar a las personas a ayudarse a sí mismas”, dice Berthony Theodore, un decano líder de la Iglesia en Haití.
Los directores de Bienestar de la Iglesia han ayudado a los líderes locales de la Iglesia a establecer un almacén bien surtido de artículos de primera necesidad, como judías (frijoles), arroz y leche.
Los líderes de las congregaciones locales se encargan de hacer los pedidos. Los artículos se distribuyen entonces a los nueve centros de reuniones en los que se refugian los evacuados por el terremoto.
LAS CAPILLAS DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS EN HAITÍ: REMANSOS DE PAZ Y SEGURIDAD
Después de tres semanas, tras los temblores, cientos de familias siguen buscando refugio en los nueve centros de reuniones de los alrededores de Puerto Príncipe, Los centros de reuniones se han convertido en lugares tranquilos y seguros para las personas que se albergan en ellos.
La Iglesia ha aportado casi 1.500 tiendas a las personas que han quedado sin hogar, y muchas de ellas están instaladas en el terreno de las capillas. “Un vecino me habló de este lugar y me invitó a venir”, explica Cazy Lenlingy, de dieciséis años. “Estoy muy contenta de estar aquí. Todo el mundo ha sido muy amable y me ha recibido bien, gracias a Dios”.
Inicialmente, más de 7.000 personas se refugiaron en la Iglesia; y más de dos tercios de estas personas sin hogar no son miembros de la Iglesia Mormona.
DOCTORES
La Iglesia ha patrocinado varios equipos de doctores compuestos por miembros, con el fin de atender las necesidades médicas de los muchos heridos que dejó el terremoto.
“No podía quedarme mirando, sentado en el sofá, si había algo que podía hacer”, dice el Dr. John Matheson, de Kennewick, Washington, con una voz entrecortada por la emoción.
Los doctores voluntarios de los Estados Unidos sirvieron codo con codo con la doctora haitiana Gislaine St. Louis, que es pediatra y miembro de la Iglesia.
“Tras el terremoto, cerré mi clínica privada para dedicar mi tiempo a ayudar a los niños de estas regiones”, dice la Dra. St. Louis; “me encantan los niños y deseo que se encuentren mejor”.
Cuando la Dra. St. Louis y sus compañeros visitaron los diversos edificios de reunión, la noticia se difundió con rapidez por toda la población, y decenas de pacientes comenzaron a llegar para obtener atención médica. Los doctores se aseguraban de que las heridas que se trataron inmediatamente después del terremoto estuvieran curándose adecuadamente y no sufrieran ninguna infección.
“Lo que más me ha conmovido es ver a las personas congregándose en la Iglesia, y observar con cuánta rapidez se organizó y respondió la Iglesia tras la catástrofe”, dice la Dra. St. Louis.
A menudo, la esperanza brota incluso en medio del caos. Tres doctores dicen que el mismo día en que llegaron a Haití, atendieron su primera emergencia médica.
“Observé a una mujer que respiraba profundamente y hacía fuerzas. ¡Iba a dar a luz!”, dice el Dr. Rodney Anderson, de Vernal, Utah. El Dr. Anderson es un auténtico especialista en partos y ha atendido más de 4.000 a lo largo de su carrera. “Tenía la esperanza de dirigir un parto mientras estaba allí, pero no pensé que sucedería tan pronto” dijo.
Los doctores Matheson, Anderson y Craig Coleby, de Houston, Texas, colocaron a la futura madre en una mesa de ping-pong y recibieron a un bebé pequeñito pero sano.
La nueva madre, Noiselia Saintdor, dijo que ella y sus cinco hijos se quedaron aterrados cuando el terremoto destrozó su casa. Se pusieron a correr por la calle sin encontrar ningún sitio donde cobijarse.
“No somos miembros de esta Iglesia, pero oré a Dios para saber adónde ir”, dijo Noiselia. Observó a otras personas que se dirigían al edificio de reuniones y les siguió.
“Cuando llegué, me sentí muy feliz por la seguridad que siento aquí”, recuerda Noiselia. “Estoy agradecida por las personas que nos han acogido aquí y por todos aquellos que están llevando a cabo esta gran labor”.
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