miércoles, 16 de febrero de 2011

La pasión de Jesucristo

Richard Neitzel Holzapfel es profesor de Historia y Doctrina de la Iglesia en la Universidad de Brigham Young.
Durante muchos años, los estudiantes del Nuevo Testamento han usado las concordancias de los evangelios para estudiar el ministerio de Jesús según se describen en los escritos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Una concordancia del evangelio, algunas veces llamada una sinopsis (del griego synoptos), trata de enlazar todos los detalles de la tradición evangélica en una hebra cronológica, un orden compuesto o una secuencia.1 Usualmente, una concordancia presenta los evangelios en columnas paralelas para que los lectores vean todas las similitudes de los textos en una sola mirada.2 Un autor Santo de los últimos Días argumenta que las "concordancias del evangelio se basan en el principio Gestalt de que el todo de algo es mayor que la suma de sus partes. Y puesto que cada evangelio representa una parte, el gran mensaje de Jesús solo se puede ver cuando los cuatro se arreglan juntos."3 Aunque es cierto que cualquier estudio acerca de la vida de Jesús debe examinar todos los textos disponibles (en particular los cuatro evangelios), no necesariamente es verdad que el principio Gestalt se aplique completamente al estudio de la vida de Jesús. El uso indebido de una concordancia de los evangelios—tomar los cuatro evangelios como un todo—puede distorsionar el marco histórico de cada relato. No hay duda de que cada escritor tuvo una buena razón para preservar una relación de la vida y ministerio de Jesús.
Jesús predicó el evangelio, que significa las buenas nuevas (la palabra inglesa gospel se deriva del término anglo sajón godspell, que significa "buenas nuevas").4 Jesús declaró el evangelio de que el reino de Dios había llegado por medio de él, y los escritores del Nuevo Testamento presentaron las buenas nuevas acerca de Jesús.5 El título que se dio a sus obras a partir del segundo siglo es muy apropiado: El Santo Evangelio según San Mateo, El Santo Evangelio según San Marcos, etc. Así, aunque Jesús predicó un solo evangelio, los evangelistas presentaron la vida de Jesús de acuerdo con lo que ellos entendieron. Cada escritor dio su testimonio particular, y como resultado, hoy tenemos cuatro evangelios.6
En estos evangelios tenemos cuatro puntos de vista distintos del sufrimiento, la traición, el juicio y la crucifixión de Jesús. Los "relatos de la Pasión" incluyen la mayor parte del material que se encuentra en los capítulos 26–-27 de Mateo, 14–15 de Marcos, 22–24 de Lucas, y 12–19 de Juan. Cada uno fue escrito en ocasiones distintas y para audiencias diferentes. A fin de mantener la integridad de la historia de la Pasión como un conjunto, debemos examinar cada relato independientemente de los otros, en vez de hacer un solo evangelio con ellos. Tratar de concordar los cuatro relatos nos puede desviar de los mensajes y conocimientos que cada escritor de los evangelios intentó enseñar. La frase "Jardín de Getsemaní" es un ejemplo de lo que puede pasar cuando concordamos (armonizamos) los relatos de los evangelios. La frase "Jardín de Getsemaní" no existe en ninguna parte del texto del Nuevo Testamento; más bien es un término híbrido que se construye de las palabras "jardín" ("huerto" en la versión Reina-Valera), en el evangelio según Juan (ver Juan 18:1) y "Getsemaní," en los evangelios según Mateo y Marcos (ver Mateo 26:36; Marcos 14:32). La mezcla de los relatos puede crear nociones y conceptos históricos que no tienen base en el texto del Nuevo Testamento, porque, aunque cada Evangelio relata los eventos históricos de la Pasión, cada uno tiene un toque particular.
A los primeros tres evangelios—Mateo, Marcos y Lucas—se les llaman los evangelios sinópticos porque comparten material similar (la palabra griega synoptikos significa "ver todo junto, tener una vista comprehensiva").7 Juan se mantiene aparte de los evangelios sinópticos porque su obra contiene una cantidad significativa de material exclusivo. El relato de Juan incluye varios discursos importantes dados por Jesús que no se encuentran registrados en ninguna otra parte (ver Juan 13–17).
El relato de la Pasión según Mateo


En Mateo, el relato de la Pasión (ver Mateo 26:1–27:56) empieza con la unción de Jesús en Betania: "Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? . . . Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. . . . Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura" (Mateo 26:6–12).

La declaración de Jesús "lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura" solamente puede significar que él ya sabe que será crucificado y sepultado sin recibir la unción acostumbrada.8 Entonces leemos la traición de Judas (ver Mateo 26:1–5); la preparación para la Pascua por parte de los discípulos(ver Mateo 26:17–19); que Jesús identifica al traidor e instituye la Santa Cena (ver Mateo 26:20–30); y que Jesús termina la cena en el aposento alto con un himno de Pascua, posiblemente los Salmos 113–118 (ver Mateo 26:30).
Al salir del aposento alto, Jesús se dirige a Getsemaní en donde "dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro" (Mateo 26:36). Habiéndose separado de ellos, Jesús comenzó "a entristecerse y angustiarse en gran manera" (Mateo 26:37). Otras traducciones del griego equivalentes a entristecerse angustiarse son "afligido" y "preocupado" (ver la nota 37aen la edición de los Santos de los últimos Días de la versión del Rey Santiago de la Biblia). Finalmente Jesús "se postró sobre su rostro" (Mateo 26:39). En el relato de Mateo, al empezar su oración Jesús está triste, preocupado y postrado, pero termina de pié enfrentando resueltamente a la muchedumbre que se ha acercado. En Mateo 26:46, Jesús mandó a Sus discípulos: "Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega."
Judas el traidor, saluda a Jesús con un "¡Salve, Maestro!" y entonces lo besa (Mateo 26:49). Al usar el beso para mostrar a los soldados a quien debían arrestar, Judas pervirtió el gesto de amistad que anteriormente había usado con su antiguo Maestro. Mateo añade el "salve" al saludo como ejemplo adicional de la falsedad del corazón de Judas. Después de una breve escaramuza entre uno de los discípulos y el siervo del sumo sacerdote, "todos los discípulos, dejándole, huyeron" (Mateo 26:56).
Jesús es traicionado por uno de los Suyos, abandonado por los demás discípulos, y al fin es acusado por Sus propios líderes religiosos. Sin Sus discípulos y rodeado por Sus enemigos, Jesús es llevado ante el Sanedrín (ver Mateo 26:56–68). Finalmente lo llevan ante los gentiles para juzgarlo, mofarse de él y ejecutarlo. A pesar de dichas pruebas, Jesús está en control de Sí mismo al confrontar al gobernador romano que puede decretar Su muerte.
Mateo es el único que nos informa de la costumbre de soltar un prisionero durante las fiestas dándole a Pilato una posible cláusula de escape. Otra aclaración de Mateo es el relato de la esposa de Pilato quien, como gentil, reconoce la inocencia de Jesús y trata de que lo dejen libre, mientras que los líderes judíos alborotan a la multitud para lograr que liberen a Barrabás y crucifiquen a Jesús. Otros manuscritos importantes de Mateo comparan a Barrabás y Jesús de una manera sin igual, ya que escriben la pregunta de Pilato en 27:17 de esta manera: "¿A quién queréis que os suelte: a Jesús Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo?" Puesto que "Barrabás" probablemente significa "Hijo del Padre", debió haber sido una ironía fascinante para Pilato el haber enfrentado a dos acusados que se llamaban Jesús, uno "Hijo del Padre" y el otro "Hijo de Dios."9 Al presentárseles la elección la multitud judía pidió que liberaran a Barrabás. Entonces Pilato "tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo" (Mateo 27:24). Y él "azot[ó] a Jesús [y] le entregó para ser crucificado" (Mateo 27:26).
La crucifixión era una forma de castigo antigua y maliciosa que los romanos usaban para matar a un enemigo. Josefo, el historiador judío del primer siglo, presenció varias crucifixiones mientras servía como asesor de Tito durante el sitio de Jerusalén, describe lacónicamente esta forma romana de castigo como "la más desdichada forma de morir." También reporta que los sitiadores romanos amenazaron con crucificar a un prisionero judío y eso causó que la guarnición de Machaerus se rindiera a cambio de recibir un salvo conducto.10
La práctica de la crucifixión estaba muy extendida en el mundo antiguo, y no solamente entre los romanos. Pero para los romanos era un castigo político y militar, que se infligía primordialmente a las clases bajas, esclavos, criminales violentos, y a los individuos desordenados en las provincias rebeldes, y la menor de ellas no era Judea.11 La principal razón para su uso parece ser su eficacia sin igual como un disuasivo. Las crucifixiones, por supuesto, eran efectuadas públicamente. Al exhibir públicamente a una víctima desnuda en lugares muy visibles como en un cruce de caminos o en una colina, en un teatro, o en el lugar del crimen, los romanos se aseguraban de una vergüenza mayor para el criminal. A los judíos les repugnaba este castigo por lo que se ve en Deuteronomio 21:23, en donde se menciona la maldición de Dios sobre un crucificado.
Mateo identifica a algunos de los participantes en la crucifixión e identifica el lugar como "Gólgota" (Mateo 27:33).12 Se le pudo haber dado ese nombre a un lugar que parecía una calavera, o quizás se le nombró de esa manera debido a que era un lugar donde hacían ejecuciones con regularidad.
Las alusiones al Antiguo Testamento que hace Mateo subrayan el énfasis que se le dan a los actos de Dios. Uno de los paralelismos que Mateo nos ofrece es el relato de la muerte de Judas. Después de traicionar a Jesús, Judas "fue y se ahorcó" (Mateo 27:5), una repetición de la historia del rey David. Revela la similitud de la propia fuga de David hacia el torrente de Cedrón y la traición subsecuente de Ahitofel, quien también se colgó (ver 2 Samuel 15:12, 14, 23; 17:23).13
El uso frecuente del Antiguo Testamento por parte de Mateo nos brinda una pista para su propósito exclusivo, que es, el demostrar el cumplimiento de los propósitos de Dios en y por medio de Jesús.14 Mateo está interesado en temas en vez de en historia; un examen superficial de su Evangelio desde un punto de vista histórico revela que una cantidad desproporcionada de atención se dedica al relato de la Pasión, De esta forma, las citas del Antiguo Testamento en el relato de la Pasión combinadas con la conocida formula "para que se cumpliese lo dicho por el profeta" (Mateo 27:35), en el evangelio según San Mateo, resaltan la Salvación de Dios proclamada desde el principio del tiempo. El énfasis en el Mesías es por Su redención de la humanidad de la cautividad del pecado, y no del poderío militar como lo esperaban los judíos.
El relato de la Pasión según Marcos
En el relato que hace Marcos acerca de la Pasión (ver Marcos 14:1–15:47) al complot para matarlo (ver Marcos 14:1 y siguientes), le sigue la unción en Betania (ver Marcos 14:3–9), la traición de Judas (ver Marcos 14:10 y siguientes), la preparación de la última cena, el anuncio de la traición, y la institución del sacramento de la Cena del Señor (ver Marcos 14:12–25). Jesús sale del aposento alto comprometido a la necesidad de que tiene que sufrir y morir.15 En Getsemaní, Jesús abatido sufre en agonía (ver Marcos 14:32–42). él es el Hijo de Dios, pero aun así tiene el deseo muy humano de vivir; él no quiere morir. "Abba" (Padre), el nombre que usa Jesús en su súplica a Dios aumenta lo conmovedor de esta escena: "él tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, y empezó a sentir mucho horror y estar altamente abatido. 'Mi corazón está muy triste, hasta la muerte' les dijo. 'Quedaos aquí y velad.' Entonces caminó un poco más y se arrojó a tierra, orando para que, que pasara de él esa hora, si fuera posible. 'Querido Padre,' dijo, 'para Ti todo es posible. ¡No hagas que beba de esta copa! Pero que no sea lo que yo quiera sino lo que Tú quieras'" (Marcos 14:33–36 según la traducción Phillips al idioma inglés).16
La voluntad del Padre es que Jesús muera. Sin embargo, Sus discípulos aún no han aceptado esa realidad. Jesús declara: "las ovejas serán dispersadas" (Marcos 14:27). De manera característica Pedro rechaza esa declaración (ver Marcos 14:29), solamente para que su Maestro le diga que todavía negará al Señor tres veces (ver Marcos 14:30). Al principio los discípulos se oponen firmemente al arresto de Jesús, pero al fin todos lo abandonan y se van. El relato de Marcos enfatiza que todos abandonaron por completo a Jesús, hasta un seguidor cuyo nombre no se conoce (ver Marcos 14:52).
La negación de Pedro que se registra en Marcos 14:66–72 consiste de tres partes. Al principio Pedro pretende que no entiende lo que le preguntan. Enseguida trata de irse del patio. Incapaz de salir, él entonces niega ser un discípulo. Pedro maldice y hace juramento de que ni siquiera conoce a Jesús. Marcos cierra la escena con esta declaración: "Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes de que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces" (Marcos 14:72). Irónicamente, en el mismo momento en que Jesús está siendo burlonamente desafiado por el Sanedrín para que profetizara (ver Marcos 14:65), Sus profecías se están cumpliendo. El relato de Marcos del primer juicio termina en este punto, y empieza el segundo juicio.
El primer juicio realizado ante el Sanedrín judío es el más decisivo, aunque desde el punto de vista legal el juicio romano es el más importante. Durante los dos juicios, Jesús se mantuvo casi en silencio. En el primer juicio, se le acusa de amenazar con destruir el templo de Jerusalén y de blasfemar (ver Marcos 14:58, 64). En el segundo juicio, se le acusa de proclamar ser el "Rey de los Judíos," un título que para los romanos implica insinuaciones revolucionarias (ver Marcos 15:2).
Durante el primer juicio, Caifás, el sumo sacerdote le pregunta a Jesús con respecto a su declaración de ser el Mesías Salvador. La afirmación de Jesús les da a los líderes judíos el pretexto necesario para acusarlo de traición. Esta acusación sería juzgada por la ley y el poder romanos, tal y como lo esperaban los líderes judíos (ver Marcos 14:61–62). Jesús no solamente les da evidencia para condenarlo por la ley romana sino que también le da a Caifás la posibilidad de condenarlo por blasfemia, un crimen capital bajo la ley de Moisés, ya que el reclamo ser un mesías no lo es.
El experto en el Nuevo Testamento Joel Marcus dice que debió haber algo diferente en cuanto a la afirmación de Jesús de ser el Mesías: "¿Por qué la afirmación de Jesús de ser 'el Mesías, el Hijo de Dios' ['el Hijo del Bendito' en Marcos 14:61] habría de considerase como blasfemia si 'Hijo de Dios' es solamente un sinónimo de Mesías? . . . Es en vano buscar evidencias en la literatura judía de que la simple afirmación de ser el Mesías incurre tal condenación . . ."17 El reporte de Marcos del primer juicio indica que la afirmación de Jesús de ser el Hijo literal de Dios era mas controversial e importante para los líderes judíos.18 El tema de la monarquía del Mesías solamente es una treta para lograr que los romanos se hagan cargo de Jesús en el segundo juicio.
El relato que hace Marcos de los eventos posteriores al segundo juicio es muy doloroso, aunque muy breve y sin adornos. De manera característica, Marcos reporta lo sucedido con unos cuantos términos muy vívidos y sin extenderse en detalles: "Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado. Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la compañía. Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas, comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias" (Marcos 15:15–19).
En el tiempo de Cristo, la flagelación (azotar) se hacía con un látigo hecho con varias tiras de cuero con piezas de metal y hueso incrustados en las puntas. La víctima era atada a un pilar y entonces golpeada con el látigo. Es cierto que mientras los judíos limitaban el número de azotes a un máximo de cuarenta (treinta y nueve en caso de error en la cuenta), los romanos no reconocían tal limitación. Con frecuencia, las víctimas no sobrevivían a tal castigo. Jesús sobrevive, solamente para ser crucificado.
Marcos registra dos incidentes previos a la muerte de Jesús en este punto álgido del relato de la Pasión: la burla (ver Marcos 15:16–20) y la crucifixión (ver Marcos 15:21–31). El relato de Marcos de la brutalidad termina con "entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo" (Marcos 15:38), un acto final de desorden en una escena violenta al ser llevado Jesús a la muerte a manos de hombres despiadados agitados por una muchedumbre frenética, alborotada por sus líderes.
El relato de la Pasión según Lucas
Lucas comienza su relato de la pasión (ver Lucas 22:1–23:56) con la traición de Jesús por Judas, la última Cena, y el discurso de despedida (ver Lucas 22:7–38). El relato continúa con la llegada de Jesús al Monte de los Olivos, Su arresto, la negación de Pedro, la burla contra Jesús, el juicio ante el Sanedrín, el juicio ante Pilato, la presentación de Jesús ante Herodes Antipas, la caminata de Jesús hasta el Gólgota, Sus palabras a las mujeres de Jerusalén, Su crucifixión, y finalmente su sepultura (ver Lucas 22:39–23:56).
El relato de Lucas se distingue por su delicadeza y ternura. él no se permite reportar algunos detalles que son muy estresantes: Lucas no dice que Jesús fuera azotado, ni que Judas haya besado a Jesús. Sin embargo, Lucas nos hace estar conscientes de la magnitud de la lucha entre Jesús y los poderes del mal. La Pasión es la decisiva lucha final. Jesús sale victorioso de ella a causa de Su paciencia; una palabra que no es una buena traducción del término griego hypomone, el cual sugiere

la actitud del creyente que soporta golpes en su juicio porque Dios lo sostiene.19

La decisiva lucha final ocurre en "el lugar" en el monte de los Olivos. Allí en gran agonía el Señor sangra por cada poro: "Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22:39–42).
Entonces, confortado por Dios, Jesús emerge victorioso. Ya en paz, sostenido en los brazos de Su Padre, él puede estar completamente reconciliado con Su Dios.
En el 22:44, Lucas usa la palabra griega agonia para indicar la intensa ansiedad de Jesús por lo que le va a suceder. En el idioma griego el significado de agonia es "el estado mental del atleta antes de la competencia, agonía, terror."20 Como resultado, reporta Lucas, Jesús "oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra" (Lucas 22:44). Aunque en algunos manuscritos antiguos se omite Lucas 22:43–44 (ver, como ejemplo, Codex Vaticanus), éste era conocido en el segundo siglo por Justino Mártir, Irineo, Tatiano, e Hipólito.21
En Lucas, los eventos suceden rápidamente. Judas llega con sus nuevos aliados e intenta saludar a Jesús. Jesús le recuerda a Judas que es al Hijo del Hombre a quien está traicionando. Pedro, ansioso por hacer algo, le corta la oreja al siervo del sumo sacerdote. Jesús "tocando su oreja [la del siervo], le sanó" (Lucas 22:51). él le ayuda a Su oponente aun en medio de su propio peligro. Lucas, el médico, ve a Jesús como el más grande sanador. Para amigos o enemigos, la misión de Jesús consiste en reconciliar y curar.
La ruptura del velo del templo justo antes de la muerte de Jesús es otro rasgo característico de Lucas en que se aparta de los otros evangelios (ver Lucas 23:45).22 Después de que la cortina se rasgó, Jesús se dirige a Dios: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lucas 23:46). Esta acción simboliza la comunión de Jesús con el Padre, quien pudo haber estado presente en el templo, hasta el momento justo antes de Su muerte.
El clamor que pronunció Jesús en la cruz no es el grito del sufrimiento humano antes de la muerte; más bien es la oración vespertina que todo judío conoce muy bien: "En tus manos encomiendo mi espíritu." Sin embargo, Jesús lo antecede con el término que marca Su intimidad sin igual con Dios: "Padre" (Lucas 23:46). Jesús muere en paz, siendo uno con Dios.
La crucifixión es el último acto violento que hacen los hombres en la vida de Aquel que les prometió vida después de la muerte. Aún así la promesa de Jesús al ladrón, y para todos nosotros, es más que volver a vivir después de la muerte, sino más exactamente, es un futuro glorioso más allá de la muerte (ver Lucas 23:43).
El relato de la Pasión según Juan
Juan escribió su evangelio algunos sesenta años después de la muerte de Jesús, así que ya había meditado en la Pasión por mucho tiempo antes de ponerlo por escrito. En su relato de la Pasión (ver Juan 12:11 al 19:42), Juan escoge los episodios que tengan el mayor significado para los fieles. Presenta la Pasión como el progreso triunfal de Jesús hacia el Padre. Jesús sabe que va a morir, sabe qué tipo de muerte va a ser, y se encamina hacia ella libremente: "Nadie me la quita [mi vida], sino que yo de mí mismo la pongo" (Juan 10:18). En su relato, Juan no separa la muerte y la exaltación sino que las ve entretejidas de manera inextricable. El levantar a Jesús en la cruz también es el principio de Su asención a la gloria de Dios, desde donde él mandará al Espíritu a todo el mundo (ver Juan 19:30). "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo" dijo Jesús (Juan 12:32).
De acuerdo con los escritos de Juan, atraer a todos los hombres a él es la parte esencial de la misión de Jesús. él espera y acepta la muerte no simplemente como la consecuencia de Su llamamiento profético, sino como Su último servicio de amor. La Pasión de Cristo es el clímax de Su ministerio, el cual ofrece salvación en cada acto.
El relato que hace Juan de la Pasión de Jesús incluye Su despedida de los discípulos: el lavamiento de pies en la comida, la designación del traidor, el mandamiento de amar, la referencia a la negación de Pedro, el consuelo para los Suyos, la metáfora de Jesús como la vid verdadera, comentarios sobre el odio del mundo, y la Oración Intercesora (ver Juan capítulos 13–17).
La narración de Juan continúa en un huerto especial en el cual Jesús "muchas veces" se había reunido allí con sus discípulos(Juan 18:1–2). Juan empezó su evangelio comentando el relato de la Creación aludiendo al primer jardín, en donde se efectuó el conflicto entre Adán y Lucifer. Ahora en un segundo jardín, se lleva a cabo otro conflicto entre el Salvador y la serpiente: "Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos" (Juan 18:1–2).
Para Juan, Judas es una herramienta de Satanás. Un poco antes esa misma tarde Judas había salido hacia la noche, esa noche maligna sobre la cual Jesús nos advirtió en Juan 9:10 y 12:35, la noche en la cual los hombres tropiezan porque no tienen luz. Las linternas y antorchas que los judíos llevaban la noche del arresto quizás son una ilustración de que ellos han rechazado a la luz del mundo y por lo tanto tienen que depender de la luz artificial que llevan.
Jesús ahora, con pleno control sobre su destino, sale del huerto para confrontar a la hueste malévola frente a él. "Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy" (Juan 18:4–5).
La simple respuesta de Jesús causa que este grupo grande y armado de soldados romanos y de policías judíos del templo retrocedieran y cayeran a tierra (ver Juan 18:6). Los adversarios de Jesús están postrados ante Su divina majestad, dejándonos sin duda de que Juan usa "YO SOY" como un nombre divino (en griego, ego eimi).23 Juan enfatiza que Jesús, como Dios, tiene poder sobre las fuerzas de la obscuridad. Esta declaración refuerza nuestra impresión de que Jesús no hubiera podido ser arrestado a menos que él lo permitiera. Esa creencia se refuerza por lo que dijo Jesús a Pilato, "Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba" (Juan 19:11).
Después de relatar el juicio de Jesús ante Anás y Caifás, Juan nos dice que Jesús fue traído al "pretorio" para ser presentado ante el gobernador romano (Juan 18:28). Mientras Pilato examina a Jesús le hace la pregunta "¿Qué es la verdad?" (Juan 18:38). Parece ser que Juan intenta advertirle al lector que nadie puede evitar ser juzgado cuando se encuentra frente a Jesús. La escena termina con un apoteosis: Pilato hace que Jesús se siente en su tribunal a fin de proclamar rey a Jesús (ver Juan 19:13). "Sentó" puede significar que Pilato "hizo que él [Jesús] se sentara."24 Para Juan, Cristo es el juez legítimo de los hombres; al condenarlo, los líderes judíos se están juzgando a sí mismos.
Juan registra muy explícitamente el lugar de estos eventos y aun nos da la hora: "Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta" (Juan 19:14). La víspera de la pascua, dice—o, puesto que paraskeue adquirió en el griego judío el sentido especial de la "Noche del Sábado," o sea viernes—se pudo haber declarado: "Era el viernes de la semana de la pascua como a las doce del mediodía25
Juan ve un significado más profundo en las palabras de Pilato, tal como si él hubiera visto una profecía en las palabras de Caifás (ver Juan 11:49–51). El gobernador romano exclamó: ¡"He aquí vuestro Rey!" (Juan 19:14). Pilato da a entender que Jesús es el verdadero rey del verdadero Israel, de todo el pueblo de Dios que obedece la voz de Dios. Al pronunciarlas al mediodía del día anterior a la Pascua, podemos inferir que Jesús es el verdadero Cordero Pascual que está a punto de ser sacrificado en la hora correcta del día correcto para la vida de Su pueblo.
Para Juan, el juicio judío es una burla de un profeta y el juicio romano es una burla de un rey. Judas, un discípulo, entrega a Jesús a los líderes judíos, el sumo sacerdote entrega a Jesús al líder romano, y Pilato entrega a Jesús a los saldados para ser crucificado. Aunque ninguno es totalmente culpable, cada persona o grupo entrega a Jesús a otra persona o grupo. Por lo tanto, todos son responsables colectivamente. El relato de Juan termina con los azotes, la coronación con espinas, la crucifixión, la perforación del costado de Jesús, y al fin el bajar a Jesús de la cruz (ver Juan 19:31–42).
Conclusión
Debido a que los relatos de la Pasión que hacen Mateo, Marcos, Lucas y Juan describen la misma serie de acontecimientos, es fácil mezclar en nuestra cabeza todos los relatos y crear nuestra propia concordancia, de forma tal que nuestra versión de la Pasión incluye el terremoto y el sueño de la esposa de Pilato que menciona Mateo; el relato de agonía que narra Lucas; y la cita memorable de Pilato, "¿Qué es la verdad?" que hace Juan. En realidad, los escritores del Nuevo Testamento han preservado no sólo una historia sino cuatro versiones distintas del mismo acontecimiento. Para cada escritor, el relato de la Pasión es la culminación de toda la historia de su evangelio. Cada uno testifica que la Pasión de Jesús cumple las múltiples profecías y testimonios del Señor.
Aunque tenemos la tendencia de querer un solo retrato de la vida de Jesús—o sea un solo evangelio—los relatos de los evangelios no nos dan una fotografía de Jesús sino cuatro hermosos mosaicos. Son las palabras y las acciones de Jesús como las interpretaron los testigos auténticos. No necesitamos cortarlos y pegarlos juntos para formar una sola fotografía. El erudito en el Nuevo Testamento Heinrich Greeven comenta que "el propósito declarado de [las primeras concordancias]" era "fusionar juntos textos paralelos para formar un solo texto" y para lograrlo, los compiladores tenían que armonizar y minimizar las diferencias o las supuestas contradicciones entre los relatos.26
Si tuviéramos cuatro mosaicos que nos dieran representaciones diferentes de la misma escena, no se nos ocurriría decir: "Estos mosaicos son tan hermosos que no quiero perder ninguno de ellos; los demoleré y usaré la enorme pila de piedras para hacer un solo mosaico que combine los cuatro." Tratar de combinar las piezas sería una afrenta escandalosa hacia los artistas. Debido a que los cuatro evangelios son distintos uno del otro, debemos estudiarlos por separado, sin demolerlos para usar los escombros para reconstruir una vida de Jesús al juntar los cuatro evangelios en uno. Aun cuando es útil estudiar los evangelios con la ayuda de herramientas tales como una concordancia, debemos recordar que la metodología histórica y explicativa y las herramientas eruditas pueden, de hecho, desviar nuestra atención del drama real y los temas esenciales que presenta cada uno de los evangelios. Cualquier herramienta de estudio que nos impida hacer las eternamente importantes preguntas "¿A quién buscas?" y "¿me amas?" (Juan 20:15; 21:15–17), está siendo falsa a la fe y misión de los evangelios y a los primeros cristianos que leyeron y oyeron estos testimonios personales y auténticos.

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