Élder Walter F. González
De la Presidencia de los Setenta
Podemos llegar a ser más poderosos al bendecir las vidas de los hijos e hijas de nuestro Padre Celestial al servir a los demás.
Hace muchos años, un grupo de dignos portadores del sacerdocio enseñaba con gran poder y autoridad. Uno de ellos era tan poderoso que era imposible descreer sus palabras1. Estos portadores del sacerdocio ayudaron al pueblo a aprender sobre el Salvador y Su doctrina a fin de ayudarlos a hallar la felicidad. Sus enseñanzas y ejemplos fueron un medio para que las personas experimentaran un gran cambio en sus corazones. Sabemos que miles fueron guiados por ellos al bautismo y a hacer convenios para perseverar hasta el fin2. Me refiero a los grandes misioneros del Libro de Mormón, los cuales fueron poderosos portadores del sacerdocio.
Podemos aprender mucho de aquellos hijos de Lehi. Al hacer nosotros lo que hicieron ellos, podemos llegar a ser más poderosos al bendecir las vidas de los hijos e hijas de nuestro Padre Celestial, al servir a los demás, al rescatar a otros y al convertirnos en varones más parecidos a Cristo.
Alma hijo nos enseña una de las cosas que hicieron para llegar a tener tanto éxito: emplearon los registros de los cuales salió el Libro de Mormón. Al entregar a su hijo Helamán los registros que llegarían a ser nuestro Libro de Mormón, le enseñó que sin estas planchas “Ammón y sus hermanos no habrían podido convencer a tantos miles […] sí estos anales y sus palabras los llevaron al arrepentimiento…”3.
A través de las planchas, Dios demostró Su poder cumpliendo un propósito, “sí, la restauración de miles […] al conocimiento de la verdad”. Alma procedió a profetizar que Dios “también manifestará aún en ellas su poder a generaciones futuras”4. Por tanto, los registros fueron preservados para ustedes y para mí como parte de esas generaciones futuras. Igual que en la antigüedad, al usar el Libro de Mormón podemos ser portadores del sacerdocio más poderosos.
El proceso de sacar a luz el Libro de Mormón no se puede comparar con el de ninguna obra literaria de autor alguno en la historia de la humanidad. Podríamos decir que lo dirigió el “dedo mismo” de nuestro Dios. Durante Su visita a la América antigua, el Señor le pidió a Nefi que le trajeran y pusieran frente a Él los registros que llevaban. Jesús entonces los miró y pidió que se agregaran algunos acontecimientos y pasajes que no estaban en los anales5. “Y [el Salvador] dijo: estas escrituras que no habíais tenido con vosotros, el Padre mandó que yo os las diera; porque en su sabiduría dispuso que se dieran a las generaciones futuras”6. Siento una gratitud eterna por ser parte de esas generaciones futuras. Soy miembro de la Iglesia hoy en día gracias al Libro de Mormón. Jamás olvidaré lo que sentí cuando, siendo un joven en Uruguay, leí por primera vez ese libro sagrado. No me fue necesario leer mucho de 1 Nefi para experimentar un gozo que no se puede expresar en palabras. Era como si el libro estuviera saturado del Espíritu del Señor y me hizo sentir más cerca de Dios.
Esa experiencia le dio más significado a la declaración del profeta José Smith cuando, refiriéndose al libro, expresó que “un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro”7. Reconozco, también, la relevancia de la promesa del presidente Thomas S. Monson cuando dijo que “a medida que leamos el Libro de Mormón y los otros libros canónicos, a medida que pongamos a prueba las enseñanzas, llegaremos a saber de la veracidad de la doctrina, porque es lo que se nos ha prometido; sabremos si es del hombre o de Dios”8.
Estas promesas nos dan gozo ahora y en el futuro. Una vez que recibí un testimonio del Libro de Mormón, el sentimiento natural que siguió fue desear aplicar las enseñanzas del libro haciendo convenios. Los hice al bautizarme y ser confirmado miembro de la Iglesia. Estos convenios, efectuados mediante las ordenanzas del sacerdocio, junto con el conocimiento obtenido gracias al Libro de Mormón, me cambiaron la vida.
No ha de sorprender, entonces, que cuando el Salvador visitó la América antigua, además de enseñar doctrina, le dio a Nefi y a otros el poder de bautizar9. En otras palabras, la doctrina y las ordenanzas estuvieron de la mano. La aplicación plena de las enseñanzas del Libro de Mormón efectivamente requiere las ordenanzas del sacerdocio con sus convenios correspondientes.
Existen libros que salen al mercado y rápidamente se convierten en bestsellers. A veces, el interés que despiertan es tal que el público espera anhelosamente su lanzamiento. Esos libros parecen inundar el mercado enseguida y se puede ver personas leyéndolos por todas partes. Dios, en Su sabiduría infinita, reservó el Libro de Mormón para beneficiarnos. Su propósito no es convertirse en bestseller, es decir, en uno de los libros más vendidos. Sin embargo, podemos hacer que este libro sagrado sea uno de los más leídos y de los más aplicados de nuestra vida. Permítanme sugerirles tres actividades que pueden ayudarnos a convertir al Libro de Mormón en el libro más leído y más aplicado, lo cual nos facultará en la actualidad para llegar a ser portadores del sacerdocio más poderosos, aun como los de la antigüedad.
Primero, deleitarse en las palabras de Cristo. Debemos leer el Libro de Mormón a fin de deleitarnos “en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer”10. Deleitarse en las palabras de Cristo es una experiencia única. Cuando leemos buscando principios y doctrinas que nos ayuden en nuestra vida diaria, experimentaremos un entusiasmo renovado. Por ejemplo, cuando la generación creciente enfrenta desafíos al lidiar con la presión social, podemos leer el libro específicamente buscando enseñanzas que les ayuden con ese tipo de reto. Una enseñanza así podría ser la de Lemuel, quien tomó algunas decisiones erradas porque cedió a la presión de Lamán11. No hizo lo correcto porque no conocía “la manera de proceder de aquel Dios que los había creado”12. Un principio que podemos derivar de ese incidente es que el aprender doctrina sobre la forma en que Dios procede con nosotros nos ayuda a lidiar con la presión social. El Libro de Mormón contiene más enseñanzas y ejemplos de este tema, y somos nosotros las generaciones que se pueden beneficiar de las enseñanzas de este gran libro.
Segundo, aplicar a nuestras vidas todo lo que aprendamos sobre Cristo. Leer el Libro de Mormón en busca de atributos de Cristo es una experiencia grande y edificante. Por ejemplo, el hermano de Jared reconoció que el Señor era un Dios de verdad, por tanto, no podía mentir13. ¡Cómo me llena el alma de esperanza este atributo! Todas las promesas del Libro de Mormón así como las proferidas por los profetas vivientes de hoy se cumplirán porque Él es Dios y no puede mentir. Aun en estos tiempos turbulentos, sabemos que las cosas saldrán bien si seguimos las enseñanzas del Libro de Mormón y de los profetas vivientes. Una vez que descubrimos un atributo de Cristo, como el que reconoció el hermano de Jared, debemos esmerarnos por implementarlo en nuestra propia vida. Hacerlo nos ayudará a llegar a ser portadores del sacerdocio más poderosos.
Tercero, enseñar la doctrina y los principios de las páginas sagradas del Libro de Mormón. Podemos enseñar los principios de dicho libro a cualquiera. ¿Se imaginan el “poder convincente de Dios”14 adicional cuando misioneros y miembros de la familia citen, lean o repitan de memoria las palabras mismas del libro?
Recuerdo una misión en el Ecuador cuyos misioneros usaban el Libro de Mormón en todas sus idas y venidas. Por causa de ellos miles experimentaron un gran cambio en su corazón y decidieron tomar sobre sí convenios a través de las sagradas ordenanzas del sacerdocio. El Libro de Mormón es un instrumento de oro para encontrar y convertir a los honrados buscadores de la verdad y para traer de rescate nuevamente a la actividad del Evangelio a muchos de nuestros hermanos y hermanas.
Sé que las familias se verán fortalecidas al implementar las enseñanzas de este gran libro en sus propias vidas. Muchos de nuestros hijos se salvarán porque recordarán, al igual que Enós, las palabras que con frecuencia había oído hablar a su padre en cuanto a la vida eterna, cosa que al recordar, le hizo saber que sus pecados le eran perdonados debido a la expiación de Cristo15.
Ustedes y yo, como parte de esas generaciones futuras de las que se ha hablado, podemos ser portadores del sacerdocio más poderosos al usar el Libro de Mormón y honrar nuestros convenios del sacerdocio. El Libro de Mormón testifica de Jesús el Cristo, de quien yo también testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.
Notas
1. Véase 3 Nefi 7:18.
2. Véase Alma 23:5–6.
3. Alma 37:9.
4. Alma 37:19.
5. Véase 3 Nefi 23:6–14.
6. 3 Nefi 26:2.
7. Introducción al Libro de Mormón.
8. Véase Thomas S. Monson, “Las decisiones determinan el destino”, Liahona, octubre de 1980, pág. 31.
9. Véase 3 Nefi 11:18–22.
10. 2 Nefi 32:3.
11. Véase 1 Nefi 3:28.
12. 1 Nefi 2:12.
13. Véase Éter 3:12.
14. 3 Nefi 28:29.
15. Véase Enós 1:3–5, 10.
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