La erupción del Volcán Pacaya y el paso de la Tormenta Agatha, dos desastres naturales que llegaron casi al mismo tiempo a Guatemala, y esta última a algunas regiones de El Salvador y Honduras, causaron la muerte de varios pobladores, así como pérdidas de viviendas, caída de puentes, daños considerables a las carreteras y otras construcciones. Los miembros de la Iglesia y misioneros permanecieron a salvo, sin embargo, muchos perdieron sus viviendas o fueron afectados con la pérdida de sus pertenencias.
La ayuda humanitaria de la Iglesia llegó rápidamente como respuesta a la emergencia. Se proveyó de alimentos, medicina y otras provisiones. También se ayudará a los miembros en los planes de reconstrucción y re-siembra de los cultivos que se perdieron.
La catástrofe causó mayores daños en el área occidental de Guatemala. Los miembros de Quetzaltenango, El Bosque se organizaron inmediatamente recolectando y donando ropa para distribuirla a las víctimas.
La hermana Sara Pérez, viuda y madre de seis niños, perdió todas sus posesiones cuando una avalancha de lodo llegó a su casa. “Estaba con mis hijos cuando la avalancha golpeó nuestra casa”, dijo en una entrevista a miembros de Asuntos Públicos. “La esquina de nuestra casa colapsó. Afortunadamente, los miembros de la Iglesia llegaron para ayudar”.
No hubo daños mayores en los centros de reuniones de la Iglesia, más bien algunos de éstos fueron utilizados como albergues para familias de miembros que quedaron sin casa.
Los jóvenes adultos solteros de la región Guatemala Sur llevaron a cabo una convención para recaudar víveres, productos enlatados, ropa, zapatos, artículos de higiene personal, agua embotellada, medicina y otros artículos de primera necesidad, para ser entregados a un centro de acopio en donde también prestaron servicio como voluntarios.
Muchos miembros se ofrecieron como voluntarios para empacar alimentos y prestar servicio en la campaña “Manos Amigas”, que la Iglesia realizó con Emisoras Unidas la cadena de radio más grande del país y otras entidades de ayuda.
La Iglesia también trabajó con las autoridades civiles en los tres países afectados para comprar y distribuir medicina, herramientas de construcción y otras provisiones.
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